Por EQUIPO DE NUTRICIÓN
La miel es una sustancia producida por las abejas, cuya finalidad es la alimentación de sus larvas y poder asegurar su subsistencia en el periodo invernal. Las abejas obreras extraen el néctar de las flores a la vez que les añaden sustancias propias (enzimas), transformándola en miel en su propio organismo, en una especie de saquitos situados en su esófago. Esta miel inicial, la depositan en los panales de la colmena donde dejan que madure y se almacene hasta su consumo.
La composición de esta sustancia biológica puede variar en función del tipo de flora y clima de donde se obtenga, aunque se compone básicamente de agua, azúcar invertido, y una mezcla de diferentes hidratos de carbono, enzimas, aminoácidos, ácidos orgánicos, sustancias aromáticas, minerales (potasio, cloro, azufre, calcio, fósforo, magnesio…), ceras, pigmentos, etc.
Dado su alto contenido en azúcares simples, hablamos de un alimento altamente calórico, principalmente compuesto por fructosa, glucosa y algo de sacarosa. Se ha comprobado que para poder beneficiarnos del resto de nutrientes que contiene, dada su baja concentración, tendríamos que consumir tal cantidad de miel que no merecería la pena dado el exceso de azúcar que ingeriríamos a su vez. Recordamos que la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda no superar el 10% del total de la ingesta calórica procedente de azúcares simples, lo que equivaldría a unos 25 gramos de azúcar diarios. Por ello, es preferible que estos minerales los busquemos en otros alimentos como frutas, verduras, legumbres, frutos secos…
Tradicionalmente la miel se emplea por sus múltiples fines medicinales, entre ellos, luchar contra los catarros, gripes, toses y demás trastornos propios del invierno.
PERO... ¿REALMENTE TIENE PROPIEDADES BENEFICIOSAS PARA EL SISTEMA INMUNE, LOS CATARROS Y LA TOS?
Algunas de las propiedades saludables que se le atribuyen no tienen evidencia científica, a pesar de estar arraigadas en la sociedad desde hace siglos, debido a sus potenciales propiedades antibacterianas, antiinflamatorias y antioxidantes. El consumo de miel se suele acompañar con leche caliente, lo que hace que, por la temperatura y bienestar que causa el líquido caliente, se atenúen o calmen ciertos síntomas durante más o menos tiempo, algo que podría tener cierto efecto placebo.
Sin embargo, los estudios dedicados a comprobar los beneficios de la miel han demostrado que no existe evidencia científica de que mejore el sistema inmune.
En cuanto al uso de la misma en el tratamiento de la tos, se ha visto que sí tiene eficacia en el tratamiento de la misma, ya que actúa como calmante al ser considerado un demulcente, que a su paso por la garganta la “acaricia”. Esta sería la única situación en la que la miel podría tener un efecto beneficioso, siendo posible incluirla en una razonable cantidad.
Por lo que a pesar de lo que la experiencia social y la tradición dicen, la miel no mejora el sistema inmune ni ayuda a curar un catarro. Si decidimos tomarla debemos ser conscientes de que nuestra salud no mejorará por el hecho de tomarla y que debe ser de una forma moderada, teniendo en cuenta que más del 80% de su composición son azúcares simples.